Navidad, sábado 25 de Diciembre de 2010


"NAVIDAD, Y EL VERBO DE DIOS SE HIZO CARNE Y HABITÓ ENTRE NOSOTROS"

(Isaías 52:7-10; Heb.1:1-6; Juan 1:1-18)

Estamos pronto a celebrar el inefable misterio de la Encarnación del Verbo del Padre. “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.” Las lecturas del Evangelio de S Juan, están cargadas de profundo contenido; además tienen una fuerza vital más allá de lo acostumbrado. Merecen ser leídos lenta y meditativamente, rumiándolas en el corazón para que su mensaje se grabe en lo más profundo de nuestro espíritu.

Estas lecturas nos introducen en el misterio que estamos celebrando. Dios se revela a nosotros. El grandioso Prólogo del Evangelio de S Juan se despliega ante nosotros toda la plenitud del plan divino de salvación..
 
 “En el principio era el Verbo; frente a Dios era el Verbo, y el Verbo era Dios.” Aquí constatamos la preexistencia real y personal del Verbo, en plena comunión con el Padre. La eternidad, personalidad y divinidad del Verbo son las tres afirmaciones del comienzo del Prólogo del Evangelio de S Juan. Este Verbo llega desde las profundidades mismas del misterio de Dios, de su soberana libertad y de su infinito amor. Jesús es “Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero,” como confesamos en el Credo.

El Verbo o La Palabra tiene como función esencial comunicar. Proferida, una palabra se dirige a alguien esperando ser acogida, comprendida y respondida. La Palabra encarnada nos habla de Dios; revela el misterio de Dios. En la historia de Jesús de Nazaret, Dios ha hablado a nosotros. En esa historia Dios se ha revelado; en ella, Dios, que inhabita en una luz inaccesible, se ha acercado al hombre en forma humana. Nos habla por sus palabras como también por todos los actos y las elecciones de su vida.

La función iluminadora le incumbe al Verbo por razón de su divinidad. Él es la vida de todo lo que es, y para los hombres, esta vida es la luz. El es “la luz verdadera que ilumina a todo hombre.” El Verbo espera ser acogida, comprendida y respondida. Por la Encarnación Dios abre un dialogo con nosotros. Nos invita y urge una decisión inevitable de aceptación o rechazo. Recibirlo significa en este caso la acogida agradecida del Verbo Encarnado; es creer en Él y sus palabras. Fe significa adherirse a Él. La consecuencia es la filiación divina por iniciativa de Dios, no de las posibilidades humanas. “A todos los que lo recibieron les concedió ser hijos de Dios.”

Es una paradoja casi increíble que el Verbo eterno del Padre haya entrado en la historia humana como sujeto de esta historia. “Todo fue hecho por Él.” La Encarnación es un acontecimiento único. En verdad es casi increíble, que Dios mismo entre en la historia como uno más de los que hacemos esta historia, y al mismo tiempo es el mentor y rector de esta historia. El mundo le pertenece. Por la Encarnación, quiso transformar esta historia nuestra, desde adentro, en historia de Salvación.

La Encarnación es la culminación de las manifestaciones y presencias de Dios en el A. T. “hasta que en estos días, que son los últimos, nos habló Dios a nosotros por medio de su Hijo.” Ahora, en la persona de Jesús, Dios “habita entre nosotros.” Su vida es la manifestación de la Gloria del Padre. “Hemos visto su Gloria, la que corresponde al Hijo Único cuando su Padre lo glorifica.” En esta nueva etapa de la historia de Salvación, el amor y la fidelidad de Dios se han manifestado.

Queridos hermanos y hermanas, en esta Eucaristía estamos haciendo presente este inmenso y admirable misterio del Amor de Dios en medio de nosotros. Llenos de estupor y agradecimiento por la presencia en nuestras vidas de Jesús, el Verbo Encarnado, celebremos esta Navidad y la Eucaristía de ese día con cantos de júbilo y gozo.
 
"LES DESEO UNA MUY FELIZ NAVIDAD A TODOS."

P. Jorge Peterson.


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