Se pronuncia Chestojova. Según una leyenda, después de la crucifixión de Jesús, cuando la Virgen María se trasladó a la casa de San Juan, llevó consigo algunos artículos personales, entre ellos una mesa hecha por el mismo Redentor en el taller de San José.
Se cuenta que, cuando las mujeres piadosas de Jerusalén le pidieron a San Lucas (“médico querido de Pablo” Col4:14)) que hiciese una pintura de la Madre de Dios; fue a la parte superior de esta mesa la que el Apóstol utilizó para pintar la imagen. Mientras aplicaba los broches y la pintura, San Lucas escuchó con atención como la Madre de Jesús hablaba de la vida de su Hijo; muchos de estos hechos fueron plasmados en su Evangelio.
La leyenda cuenta que la imagen permaneció en los alrededores de Jerusalén hasta que fue descubierta por Santa Elena, en el siglo cuarto. El cuadro, junto con otras reliquias, fue trasladado a la ciudad de Constantinopla, donde el hijo de Santa Elena, el Emperador Constantino el Grande, erigió una Iglesia para su entronización. La imagen de la Madre de Dios y el Niño fue honrada por el pueblo.
Dado el color tan oscuro de la cara y las manos de Nuestra Señora, la imagen ha sido afectuosamente llamada "la Madona Negra", frase que nos recuerda del Cantar de los Cantares, "Soy morena pero bella".
El rostro de la Virgen es oscuro, y por eso la pintura es conocida como "La Virgen Negra". Tiene dos cicatrices: una que data de 1430, cuando un sacrílego espadachín husita rasgó la pintura original. Hay, también, otra cicatriz producida por una flecha de los tártaros en una invasión al castillo de Belz.
Durante el reinado de Jagiello, un artista retocó estas lesiones del cuadro, pero tales marcas siempre volvían a aparecer, a pesar de todos los intentos de los expertos por eliminarlas.
Aparentemente, Nuestra Señora quería que los hombres recordaran Su dolor y, también, que Ella es la Madre que comprende los dolores y sufrimientos de todos.
Esta imagen ha pasado por muchas guerras y enfrentamientos bélicos y aunque han querido eliminarla, siempre permanece por siglos intacta, salvo las heridas de su rostro.
Roguemos a Nuestra amada Madrecita su protección.
Madre de la Divina Gracia, ruega por nosotros. Amén
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