Inmaculada Concepcion 08 Diciembre 2010

(Gen. 3:9-15, 20; Ef. 1:3-6; Lc. 1:26-38)


        En esta solemnidad contemplamos el comienzo de la maravillosa obra de Dios en María de Nazaret. Ella es la primera redimida, como también es la primera y más perfecta discípula de Jesús. La Inmaculada Concepción de María es un maravilloso ejemplo de una bella y perfecta obra de Dios. María es la “llena de gracia”; esto es como su propio nombre, el nombre más bello para indicar que desde siempre y para siempre ella es la amada, la favorecida, y la elegida para acoger el don más precioso del Padre a la humanidad, Jesús, “el amor encarnado de Dios”. Por la gracia de la redención, tuvo el privilegio de no quedar sometida, ni siquiera por un instante, al pecado original y del poder del mal. Es, en verdad, la LLENA DE GRACIA.

En la introducción para la Misa de hoy, se expresa así esto en relación a María: “Pues, purísima había de ser la Virgen que nos diera al Cordero inocente que quita el pecado del mundo; purísima la que entre todos los hombres es abogada de gracia y ejemplo de santidad.”

La Concepción Inmaculada de María significa que ella desde el momento de su concepción, estuvo libre de todo pecado, en vistas a la misión para la cual Dios la preparaba: es decir, ser Madre de Jesús, el Verbo encarnado. Ella fue redimida por los méritos de Jesucristo desde el primer momento de su existencia. En vez de separarla de nosotros, esta gracia la preparaba para ser Madre de Jesús, y también Madre nuestra.

Nosotros también hemos sido redimidos por la sangre de Jesús derramada en la Cruz. Por nuestro Señor Jesucristo, el amor de Dios ha tocado nuestras vidas. La humanidad fue desfigurada y herida por el pecado. “Por Cristo Jesús, llegó el Amor y la Fidelidad” hasta nosotros. Así se han abierto las puertas de la gracia de Dios: llamamos gracia a este poder que tiene Dios para sanar nuestro espíritu, e infundir en nosotros la disposición para creer, de recibir el don de la fe. También en nuestro interior la gracia, poco a poco, crea una armonía con la verdad y hace que el gesto de amor verdadero nazca en nosotros en forma a la vez espontánea e inesperada. Es la semilla sembrada por Dios en el momento de la Inmaculada Concepción y que fructificó cuando María acepta libre y concientemente ser la servidora del Señor y llegar así a ser Madre de Dios.

En la primera lectura de Génesis, repasamos la triste historia de la caída de Adán y Eva. Inmediatamente, después del pecado de Adán y Eva, Dios anuncia su plan de redimir o salvar la humanidad caída: “Pongo enemistad entre ti (la serpiente) y la mujer, entre tu descendencia y la suya: ella te herirá la cabeza cuando tú hieras su talón.” María dio el golpe de gracia al malo, a someterse, con toda su alma, a la voluntad de Dios y a dar a luz al Salvador. Convenía que la Madre del Salvador fuera perfectamente santa desde su concepción. Ella es la nueva Eva, que cooperó con Él en la obra de salvación. S Pablo refiere a este misterio cuando escribió a los Romanos: “Como por la desobediencia de uno, todos resultaron pecadores, así por la obediencia de uno, todos resultarán justos.” María, siendo la nueva Eva, tiene un poder especial para protegernos de toda influencia del diablo.

María es la persona humana que mejor refleja la Imagen y semejanza de Dios en toda su existencia. Es la que tuvo una sencilla y profundísima sumisión a Dios y a todo lo que El podría pedirle.

María es la mejor expresión de la humanidad que se mantiene abierto ante el misterio de Dios. Ella es la figura de Adviento, signo de la perseverante espera de la venida salvadora de Dios entre los hombres. En ella se mantuvo viva y actual la esperanza de Israel y de toda la humanidad. Ella representa la humanidad que simplemente ama y espera. La humanidad que acepta a Dios, acoge su Palabra y se convierte en cooperador de su obra de salvación. Con María, y como María, esperamos y aguardamos la venida de nuestro Salvador, Jesucristo, durante estos días mientras se acerca el día de su nacimiento. Ella es la Madre del Salvador y también nuestra Madre.


Padre Jorge P.
















No hay comentarios:

Publicar un comentario