(Is. 35: 1-6; Stgo 5: 7-10; Mt. 11:2-11)
Pidamos la luz del Espíritu Santo para poder entrar más lúcidamente en el mensaje de este tiempo. Ya se acerca la celebración de Navidad y estamos preparándonos a la fiesta con esperanza y gozo espiritual. ¡Viene el Salvador! Para nosotros los cristianos estos días encierran un significado y un gozo profundo. Cuidemos que la propaganda del consumismo no desvíe nuestra atención de lo esencial de esta fiesta. Nosotros tenemos un llamado a entrar en la verdadera alegría que significa el nacimiento en la tierra del Hijo de Dios, Jesucristo.
El Evangelio habla de S Juan Bautista. La pregunta es: ¿Quién es Jesús? ¿Qué idea tenemos del Mesías y su obra? Cuando S Mateo presenta S Juan Bautista, se puede pensar que está dirigiéndose, entre líneas, al grupo de discípulos que habían permanecido fieles a la memoria de Juan. Ellos no habían captado bien la misión de S Juan Bautista como simple precursor del Mesías: el que apunta a El que venía después y que era mayor que Juan. ¿Por qué este grupo no pudieran creer en Jesús? Quizás porque Jesús, aunque estimadaza mucho a Juan, no siguió sus huellas. Jesús abandonó el desierto; no mantenía el mismo lenguaje duro del desierto en sus prédicas. No amenazaba; más bien mostró comprensión y compasión hacia los débiles y pecadores. Era manso y humilde de corazón. También los discípulos de Juan esperaban otro tipo de Mesías. La cruz y la muerte de Jesús eran un escándalo para ellos, como era para S Pedro y los otros apóstoles en su momento.
En este Evangelio, Jesús no contestó directamente la pregunta de los mensajeros de S Juan. Sencillamente les dice que cuenten a Juan lo que habían visto y oído. Las credenciales de Jesús son la sanación de las personas, y la Buena Noticia del Reino de Dios que es anunciado a los pobres. Son signos muy diferentes que los que los discípulos de Juan esperaban.
Así Jesús termina: “Feliz el que no se escandaliza de Mí.” Dios, a menudo, es un Dios sorprendente. Sus caminos no son los nuestros. Su manera ejercer su dominio como Creador, o la elección de los medios que utiliza para salvar a las personas humanas, no concuerdan con nuestros criterios o expectativas. Cuando leí este Evangelio me llamó la atención esta frase: “Feliz el que no se escandaliza de Mi.” En realidad Dios es sumamente sabio y misericordioso en todas las disposiciones de su providencia. El mensaje que Jesús estaba enviando a Juan en la cárcel era más o menos así: Sí, yo soy El que había de venir. Los milagros son obras que manifiestan lo que Jesús había anunciado: “Bienaventurados los pobres de Espíritu.” El Dios, “que hace su lluvia caer sobre justo e injustos” tiene un gran corazón en el que todos – buenos y malos – tienen espacio. El Padre de Jesús es el Padre de todos. La idea que tiene Jesús de Sí mismo como Mesías va a la par con esta del Reino. Por eso el primero que se percibe de Él, no es el castigo de los malvados, ni su combate contra la violencia, sino su amor por todos sin excepción. Jesús admite que se ha presentado de manera distinta a como se esperaba al Mesías.
En nuestro mundo hoy, muchos cuestionan la sabiduría de Jesús en dejar a su pueblo elegido, la Iglesia, en manos de seres humanos. A veces, se identifica la Iglesia con los Obispos o los sacerdotes. En verdad, todos los bautizados somos Iglesia. Todos juntos formamos el Cuerpo Místico, cuyo cabeza es Cristo. Todos somos miembros los unos de los otros. Siendo formado de seres humanos, la Iglesia está compuesta de santos y pecadores. Jesús mismo acogió a los pecadores y comía con ellos. “Vino a salvar lo que estaba perdido.” Es verdad que los pecados, a veces muy graves, de los ministros consagrados causan escándalos. Ocupan un ministerio sagrado, y por esto sus pecados afectan mucho más que los de los laicos. Escandalizan. Todos estamos llamados a la santidad; pero las personas consagradas tienen más obligación precisamente porque sus pecados puedan afectar a muchos.
A veces uno podría preguntar: ¿Por qué Jesús no pusiera a santos ángeles como ministros de la Iglesia? O ¿por qué el Espíritu Santo no intervenga de tal manera que todos los ministros en la Iglesia sean perfectos y santos? En el fondo es preguntar: ¿Por qué puso personas humanas, con todas sus limitaciones y debilidades, como sus representantes en el mundo? Quizás hoy también Jesús nos diría: “Feliz el que no se escandaliza de esta Providencia mía.” En realidad, Jesús vino para socorrer a los seres humanos, no a los ángeles. En presencia de los pecados, hay dos textos de N. T. que debemos tener en mente. Jesús dijo: “El que esté sin pecado, tira la primera piedra.” Y S Pablo: “El que esté de pie, ten cuidado de no caer.” También como miembros de nuestro propio cuerpo, hay que buscar ayudar al pecador para que reconozca y se arrepiente de su pecado.
Jesús amó a la Iglesia y se entregó por ella.” Este es nuestro camino también.
Padre Jorge P.
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