(Is. 11:1-10; Rom. 15:4-9; Mt. 3:1-12)
Adviento es tiempo de espera. Dios viene a nuestro encuentro. El Verbo se hace visible para revelar a nosotros el Dios invisible – Padre, Hijo y Espíritu Santo. La Palabra de Dios y las palabras de Dios en la Escritura abren un diálogo, un coloquio entre nosotros, sus criaturas, y Dios, Creador y Salvador.
Hoy en la lectura del Evangelio S Juan Bautista nos invita a preparar el camino de Dios. El era un profeta original e independiente. Su presencia y su mensaje provocaron un fuerte impacto en todo el pueblo judío de su tiempo. Muchos acudieron para escucharlo y ser bautizados por él. Algunos quedaron en el desierto como discípulos suyos por un tiempo.
El bautizador, aunque tiene un mensaje apremiante, no pretendía hundir el pueblo en la desesperación. Al contrario, se siente llamado a invitar a todos a prepararse para lo que venía, o mejor dicho, para Él que venía. Su mensaje era un mensaje de esperanza, de algo nuevo que Dios estaba preparando para renovar su pueblo. Su bautismo era un bautismo de conversión, una purificación de pecado; abría un camino interior de las personas para acoger la acción salvadora que Dios tenía preparado, que estaba irrumpiendo en el horizonte para la renovación y salvación de su pueblo.
El mensaje del Bautista es igual al mensaje de Jesús al comienzo de su vida pública. “Conviértanse porque el Reino de los cielos está cerca.” La conversión significa un cambio de dirección. Es volverse hacia Dios. Nosotros podemos convertirnos a Él porque Dios fue el primero a convertirse hacia nosotros. Él se volvió para mirarnos. Conversión es escuchar su voz y obedecerlo; en la presencia de Dios, a menudo tomamos conciencia de nuestra pobreza espiritual. Es característica de Adviento sentir una gran necesidad de ser salvados. Esto significa reconocer y arrepentirnos del pecado; renunciar lo que nos separa de Dios. En realidad es algo muy positivo. Es la reorientación de nuestras vidas hacia los valores verdaderos. Nuestras vidas se ordenan hacia algo muy bueno, auténticamente bueno. Es permitir que Dios actúe en nuestras vidas. Significa buscar y cumplir su voluntad en nuestras vidas. Es sencillamente dejar afuera lo que en realidad no vale; lo que es hueco, pura ilusión. Es acoger a Jesús, que quiere bautizarnos en su Espíritu Santo.
Según la primera lectura de Isaías, tres cosas caracterizan este mundo que Dios quiere inaugurar. El que viene está lleno del Espíritu de Dios. Así El puede comunicar a todos este Espíritu divina con todos sus dones. Transformando así las personas que creen en Él, se va transformando la humanidad. También la misma presencia de Dios-hombre en medio de nosotros, pone manifiesto los juicios de Dios a favor de los pobres y desamparados. “No juzgará según las apariencias”, ni según los criterios reglamentarios, “sino hará justicia a los débiles.” “Su palabra derribará al opresor, a los malvados.” Finalmente promete la instauración de una paz supra-terrenal que transformará totalmente las relaciones entre los animales y las de las personas humanas. “No cometerán el mal ni dañarán a su prójimo en todo mi cerro santo.” Esto se realizará cuando todas las personas se “llenan del conocimiento del Señor” En la medida que más y más personas creen en Jesús, el Salvador, y siguen su doctrina y ejemplos, nuestra sociedad irá cambiando más y más idílico. Así cuando el Reino de Dios está perfeccionado, tendríamos un mundo espiritualizado, justo y armónico. Estos frutos ya comienzan a existir en la vida nuestra ya desde ahora.
S Pablo en la segunda lectura encuentra en las Escrituras instrucción para “mantenernos firmes en la esperanza, mediante la constancia y el consuelo que infunden las Escrituras.” Y añade que Cristo vino para cumplir las promesas que Dios había hecho al pueblo de Israel, manifestando la fidelidad de Dios. Al mismo tiempo, también cumpliendo lo anunciado por los profetas, abrió el camino de salvación a todos los pueblos, por su inmensa misericordia. Así su nombre será bendecido y alabado entre todas las naciones.
Así instruidos y animados por las Escrituras, celebremos esta Eucaristía con plena confianza en el Salvador que viene y que ya está en medio de nosotros.
Padre Jorge P.
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