ORACIÓN PARA PEDIR LOS FRUTOS DEL ESPÍRITU 
SANTO
Espíritu de Caridad, haznos amar a Dios y a nuestros semejantes como Tú quieres que los amemos.
Espíritu de Gozo, otórganos la santa alegría, propia de los que viven en tu gracia.
Espíritu de Paz, concédenos tu paz, aquella paz que el mundo no puede dar.
Espíritu de Paciencia, enséñanos a sobrellevar las adversidades de la vida sin indagar el por qué de ellas y sin quejarnos.
Espíritu de Benignidad, haz que juzguemos y tratemos a todos con benevolencia sincera y rostro sonriente, reflejo de tu infinita suavidad.
Espíritu de Bondad, concédenos el desvivirnos por los demás, y derramar a manos llenas, cuantas obras buenas nos inspires.

Espíritu de Longanimidad, enséñanos a soportar las molestias y flaquezas de los demás, como deseamos soporten las nuestras.
Espíritu de Mansedumbre, haznos mansos y humildes de corazón, a ejemplo del Divino Corazón de Jesús, obra maestra de la creación.
Espíritu de Fe, otórganos el no vacilar en nuestra fe, y vivir siempre de acuerdo con las enseñanzas de Cristo, e iluminados por tus santas inspiraciones.
Espíritu de Modestia, enséñanos a ser recatados con nosotros mismos, a fin de no servir nunca de tentación a los demás.
Espíritu de Continencia, haznos puros y limpios en nuestra vida interior, y enérgicos en rechazar cuanto pudiera manchar el vestido blanco de la gracia.
Espíritu de Castidad, concédenos la victoria sobre nosotros mismos; haznos prudentes y castos; sobrios y mortificados; perseverantes en la oración y amantes de Ti, oh Dios del Amor hermoso.
Así sea.

DONES DEL ESPÍRITU SANTO.


DON DE TEMOR DE DIOS.

El séptimo don del Espíritu Santo es el temor de Dios. No se trata de un miedo, ni distancia, sino el humilde reconocimiento de la infinita grandeza del Creador. Es temor a ofender a Dios, reconociendo la propia debilidad. Sobre todo: temor filial, que es el amor a Dios. El alma se preocupa de no disgustarlo, de "permanecer" y de crecer en la caridad (cfr Jn 15, 4-7).

DONES DEL ESPÍRITU SANTO

  DON DE PIEDAD

Es aquella predisposición que nos hace sinceros ante Dios.
Nos invita a fiarnos totalmente de El y a ponernos en sus mano
Fortalece nuestra confianza en Dios y siembra en nosotros una certeza: Dios nunca falla.
No es una ruptura entre Dios y el hombre. La piedad hacia Dios exige la piedad con lo que nos rodea.
Pone nuestra existencia en manos de Dios. Su presencia, con este don, es cercana, amigable, necesaria.
San Francisco Javier, San Pablo, San Francisco de Asís bebían tanto de este don que, a continuación, se sentían llamados a dar a conocer el nombre y el amor de Dios en Jesús.
Este “don” nos conduce a la oración, a la meditación de la Palabra de Dios, a disfrutar a solas con Jesús.
El adversario de este don es la dureza de corazón.

El Montañero


Cuentan que un alpinista, apasionado por conquistar una altísima montaña, inició su travesía después de años de preparación, pero quería toda la gloria solo para él, y por eso quiso subir sin ningún compañero.
Empezó la ascensión, y se le fue haciendo tarde, y más tarde, y no se preparó para acampar, sino que decidió seguir subiendo, y oscureció. La noche cayó con gran pesadez en la altura de la montaña, ya no se podía ver casi nada. Todo era negro, y las nubes no dejaban ver la luna y las estrellas.
Cuando estaba a solo unos pocos metros de la cima, resbaló y se deslizó a una velocidad vertiginosa. El alpinista solo podía ver veloces manchas oscuras y la terrible sensación de ser succionado por la gravedad. Seguía cayendo... y en esos angustiantes momentos, le pasaron por su mente todos los episodios gratos y no tan gratos de su vida. Pensaba en la cercanía de la muerte, y rogó a Dios que le salvara.
De repente, sintió un fuerte tirón de la larga soga que lo amarraba de la cintura a las estacas clavadas en la roca de la montaña. En ese momento de quietud, suspendido en el aire, gritó : "¡¡¡Ayúdame, Dios mío!!!"
De pronto, una voz grave y profunda de los cielos le contestó: "¿Y qué quieres que haga?" El montañero contestó: "Sálvame, Dios mío". Y escuchó una nueva pregunta: "¿Realmente crees que yo te puedo salvar de ésta?" Y el hombre contestó: "Por supuesto, Señor". Y oyó de nuevo a la voz que le decía: "Pues entonces corta la cuerda que te sostiene...".
Hubo un momento de silencio. El hombre se aferró más aún a la cuerda. Cuenta el equipo de rescate, que al día siguiente encontraron a un alpinista muerto, suspendido de un cuerda, con las manos fuertemente agarradas a ella... y a tan sólo un metro del suelo...



DONES DEL ESPÍRITU SANTO




"DON DE CIENCIA"

Es una cedazo que separa la paja del grano, la verdad de la mentira. 
Es un detector de los falsos profetas que pregonan verdades a medias que resultan ser grandes mentiras. 
Es un juez que nos señala la belleza de las cosas creadas. 
Es un restaurador de conciencias. Amuebla la mente, no al antojo de los movimientos contemporáneos, y sí objetivamente con visión de futuro.
Es dejar a Dios que hable por nosotros sin pensar cómo nosotros hemos de hablar de Dios.
San Francisco de Asís, por beber de este don espiritual, se atrevió a llamar al sol hermano y a la luna hermana.
Lo contrario a este don es la ignorancia de todo lo divino que nos rodea o la falta de conocimiento de las semillas de Dios repartidas por toda la tierra.

CUENTO DEL DÍA: 

SÉ FELIZ HOY

Cuenta la leyenda que un hombre oyó decir que la felicidad era un tesoro. A partir de aquel instante comenzó a buscarla. Primero se aventuró por el placer y por todo lo sensual, luego por el poder y la riqueza, después por la fama y la gloria, y así fue recorriendo el mundo del orgullo, del saber, de los viajes, del trabajo, del ocio y de todo cuanto estaba al alcance de su mano.

En un recodo del camino vio un letrero que decía: "Le quedan dos meses de vida". Aquel hombre, cansado y desgastado por los sinsabores de sus días se dijo: "Estos dos meses los dedicaré a compartir todo lo que tengo de experiencia, de saber y de vida con las personas que me rodean."
Y aquel buscador infatigable de la felicidad, al final de sus días encontró que en su interior, en lo que podía compartir, en el tiempo que  dedicaba a los demás, en la renuncia que hacía de sí mismo por servir, estaba el tesoro que tanto había deseado.
Comprendió que para ser feliz se necesita amar, aceptar la vida como viene, disfrutar de lo pequeño y de lo grande, conocerse a sí mismo y aceptarse como se es, sentirse querido y valorado, tener fe y aplicarla en cada circunstancia, querer y valorar a los demás, tener razones para vivir y esperar y también razones para morir y descansar.
Entendió que la felicidad brota en el corazón, que está unida y ligada a la forma de ver a la gente y de relacionarse con ella; que siempre está de salida y que para tenerla hay que gozar de paz interior. Y recordó aquella sentencia que dice: "Cuánto gozamos con lo poco que tenemos, y cuánto sufrimos por lo mucho que anhelamos equivocadamente.

DONES DEL ESPIRITU SANTO

DON DE FORTALEZA
Es un seguro de vida: cuando fracasamos siempre sale a nuestro encuentro.
Es un salvavidas cuando los acontecimientos nos derrumban y sentimos que nos ahogamos en ellos.
Es un almohadón que, el Espíritu, pone entre nosotros y las luchas de cada día.
Es optimismo frente a un futuro incierto y pesimista.
Es una llamada a la perseverancia y a no cambiar lo más santo y noble por lo puramente efímero y risueño.
La Madre Teresa de Calcuta llegó a decir: “sólo con el Espíritu Santo somos capaces de resistir en todo".
El enemigo de este “don” es la debilidad que nos impide solicitar fuerza de lo alto.

Cuento: "La Roca":
Un hombre dormía en su cabaña cuando de repente una luz iluminó la habitación y apareció Dios. El Señor le dijo que tenía un trabajo para él y le enseñó una gran roca frente a la cabaña. Le explicó que debía empujar la piedra con todas sus fuerzas.
Por muchos años, desde que salía el sol hasta el ocaso, el hombre empujaba la fría piedra con todas sus fuerzas... y esta no se movía.
Todas las noches el hombre regresaba a su cabaña muy cansado y sintiendo que todos sus esfuerzos eran en vano.
Como el hombre empezó a sentirse frustrado, el Maligno decidió entrar en el juego trayendo pensamientos a su mente: "Has estado empujando esa roca por mucho tiempo, y no se ha movido". "¿Por qué esforzarte todo el día en esta tarea imposible? Sólo haz un mínimo esfuerzo y será suficiente".  Le dio al hombre la impresión que la tarea que le había sido encomendada era imposible de realizar y que él era un fracaso. Estos pensamientos incrementaron su sentimiento de frustración y desilusión.
El hombre pensó en poner en práctica esto pero antes decidió elevar una oración al Señor y confesarle sus sentimientos: "Señor, he trabajado duro por mucho tiempo a tu servicio. He empleado toda mi fuerza para conseguir lo que me pediste, pero aún así, no he podido mover la roca ni un milímetro. ¿Qué pasa? ¿Por qué he fracasado? ".
El Señor le respondió con compasión:"Querido amigo, cuando te pedí que me sirvieras y tú aceptaste, te dije que tu tarea era empujar contra la roca con todas tus fuerzas, y lo has hecho. Nunca dije que esperaba que la movieras. Tu tarea era empujar. Ahora vienes a mí sin fuerzas a decirme que has fracasado, pero ¿en realidad fracasaste? Mírate ahora, tus brazos están fuertes y musculosos, tu espalda fuerte y bronceada, tus manos callosas por la constante presión, tus piernas se han vuelto duras. A pesar de la adversidad has crecido mucho y tus habilidades ahora son mayores que las que tuviste alguna vez. Cierto, no has movido la roca, pero tu misión era ser obediente y empujar para ejercitar tu fe en mí. Eso lo has conseguido. Ahora, querido amigo, yo moveré la roca".
Algunas veces, cuando escuchamos la Palabra del Señor, tratamos inútilmente de descifrar su voluntad, cuando Dios sólo nos pedía obediencia y fe en Él.
Cuando todo parezca ir mal... EMPUJA.
Cuando estés agotado por el trabajo... EMPUJA.
Cuando la gente no se comporte de la manera que te parece que debería... EMPUJA.
Cuando no tienes más dinero para pagar tus cuentas... EMPUJA.
Cuando la gente no te comprende... EMPUJA.
Cuando te sientas agotado y sin fuerzas... EMPUJA.

En los momentos difíciles pide ayuda al Señor y eleva una oración a Jesús para que ilumine tu mente y guíe tus pasos.

DONES DEL ESPIRITU SANTO.


DON DE CONSEJO
Señala la dirección a seguir en medio de los nubarrones que, tantas veces, oscurecen nuestra felicidad.
Es luz en las circunstancias que nos aturden o preocupan.
Nos hace vivir con paz y con serenidad las decisiones tomadas para nuestro bien particular o comunitario.
San Francisco Javier se dejaba guiar como nadie por el DON DEL CONSEJO y ponía todo su ser apostólico y aventurero en sus manos como un príncipe sabe que todo lo suyo depende del rey.

DONES DEL ESPÍRITU SANTO


DON DE ENTENDIMIENTO

Ayuda a entender los misterios más escondidos y difíciles de la FE.
Ilumina nuestro entendimiento y nos hace caminar con la luz de la verdad.
Nos enseña el valor de la eucaristía y de los sacramentos. Nos hace disfrutar y sacar conclusiones prácticas de los silencios de Dios.
Nos facilita la lectura de la enseñanza de Jesús y nos hace comprensibles sus gestos.
Nos anima a poner los medios necesarios para que Jesús sea entendido y comprendido en la sociedad en que nos toca vivir.
San Antonio de Padua, meditando sobre este don, solía exclamar: “qué cortas se hacen las noches meditando y contemplando la belleza de la Biblia"
El contrincante de este don es la grosería. El devaluar y rebajar por conveniencia toda la riqueza divina que nos rodea.

DONES DEL ESPÍRITU SANTO

EL DON DE SABIDURÍA

La sabiduría nos empuja a intuir y descubrir los signos de la presencia de Dios frente a esa otra cultura que pretende arrinconarle.
La sabiduría es un termómetro que analiza la temperatura en el conocimiento de Dios.
La sabiduría es no concebir la vida sin la presencia de Aquel que habla, dirige, auxilia, sopla y anima: DIOS.
La sabiduría, como DON DEL ESPÍRITU SANTO, no se conserva en la mente ni se hace fuerte con el estudio, sino que germina y crece en el corazón. Y, con éste, se saca gusto a la presencia de Dios.
Cuentan de San Francisco que, cada vez que pronunciaba el nombre de Dios o de Jesús, sentía en su paladar un gusto mil veces más dulce que la miel o que el azúcar.


Oremos con el Espíritu Santo, para ello pidámosle a Dios papá que nos lo envíe diciendo:

Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Envía Señor tu Espíritu para darnos nueva vida y renovarás la faz de la tierra.
Padre que has iluminado los corazones de tus hijos con las luces del Espíritu Santo, haznos dóciles a tu Espíritu para gustar siempre el bien y gozar de tu consuelo por Jesucristo nuestro Señor.
Creo Señor que estás aquí presente, aunque mis ojos no te vean te siente mi fe, aparte de mi los pensamientos impuros, haz que comprenda las verdades que esta ocasión quieres enseñarme, que me decida a practicarlas, HABLA SEÑOR QUE TU SIERV@ ESCUHA.
MARIA, medianera de TODAS LAS GRACIAS, haznos dóciles a SU ESPIRITU para gustar siempre el bien y gozar de tu consuelo por Jesucristo Nuestro Señor.

Amén.


EN LA ESPERA DEL ESPÍRITU SANTO PROMETIDO POR JESÚS


“El Espíritu Santo es la presencia viva de Dios en la Iglesia. Es el que hace que la Iglesia vaya hacia delante, el que la hace caminar. Siempre hacia delante, más allá de los límites, adelante. El Espíritu Santo con sus dones guía a la Iglesia. No se puede entender la Iglesia de Jesús sin este Paráclito, que el Señor nos envía para esto. Y hace estas elecciones inconcebibles ¡inconcebibles! Por usar una palabra de San Juan XXIII: es el mismo Espíritu Santo el que actualiza a la Iglesia: verdaderamente, la actualiza y la hace ir hacia delante. Y nosotros cristianos debemos pedir al Señor la gracia de la docilidad al Espíritu Santo. La docilidad a este Espíritu que nos habla al corazón, nos habla en las circunstancias de la vida, nos habla en la vida eclesial, en las comunidades cristianas, nos habla siempre”. (Papa Francisco)



Juan  14: 15 - 21

15Si me aman, guardarán mis mandamientos;
16y yo pediré al Padre y les dará otro Paráclito, para que esté con ustedes para siempre,
17el Espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce. Pero ustedes le conocen, porque mora con ustedes.
18No los dejaré huérfanos: volveré a ustedes.
19Dentro de poco el mundo ya no me verá, pero ustedes si me verán, porque yo vivo y también ustedes vivirán.
20Aquel día comprenderán que yo estoy en mi Padre y ustedes en mí y yo en ustedes.
21El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él.»